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Editorial El Sitio Nº 160

por 29/10/2019septiembre 18th, 2020No Comments

Los recientes ecos del IX ENAPOL, con sus resonancias clínicas, epistémicas y políticas aun palpitando entre nosotros, nos conducen a poner de relieve la experiencia analítica, esa que como nos decía Ève Miller-Rose en su ponencia de apertura, “… consiste en saber sobre la salvia y el veneno de la existencia”. Subrayo “saber”. Saber sobre ese doble matiz de la pulsión y el síntoma que anuda la existencia, allí donde lo real, simbólico e imaginario juegan la partida en tanto consentimiento o rechazo al inconsciente, inscribiendo las marcas de un traumatismo inigualable.

Hoy, la fragmentación de los lazos de un mundo en el que las identificaciones vacilan y la crisis del lenguaje hace síntomas, mueve a que el amor (philia) pueda terminar siendo un refugio frente a las soledades contemporáneas, frente al fundamentalismo de lo individual, frente a los efectos de lo real cuando lo simbólico se presenta en contigüidad con lo imaginario, fundando esto una ética suavizada que maquilla los lazos, deshumanizándolos, expulsando el saber.

Pero el amor, de la mano del saber, nos conduce hacia otro horizonte.

Enmarcando los caminos de la formación analítica, el amor de transferencia –que no es sin la transferencia de trabajo, esa que hunde sus raíces en la Escuela y el Instituto- hace prevalecer una ética que propone, como lo refería Eve Miller, …elevar lo humano a la dignidad del sujeto, del sujeto del inconsciente. Allí cuando las ficciones se desmoronan, cuando el discurso imperante desaloja con vehemencia el saber, los psicoanalistas no debemos volvernos indiferentes a esa manipulación de los cuerpos, recuperando las marcas singulares del ser hablante.

La casuística que recibimos en los espacios de atención del Área Clínica tiene que ver con esto: menores solos que vienen a solicitar asistencia o que son disputados ferozmente por sus padres, jueces que interpelan a tientas frente a un orden familiar inexistente, sujetos extraviados en las identificaciones portadas, jóvenes excedidos por sus impulsiones. Todas, instancias subjetivas que exigen una clínica que -en los Ateneos del Área- es elevada a la dignidad de una formación.

Un psicoanálisis permite ir hacia una original apropiación de un saber hacer sobre lo real, un saber decirlo bien a eso que insiste y flota 1Miller, J. A.: “Cómo orientarse en la clínica hoy”. Grama. 2019, frente a los otros discursos, como lo imposible de soportar.

En la experiencia analítica la práctica y la formación reclaman al practicante una decisión, una decisión muchas veces “forzosa” como nos decía Eve Miller; pero también -y primordialmentedecidida hacia las instancias de formación, hacia la clínica de lo real, siendo …la clínica psicoanalítica el sitio propio del real que está en juego. Y la práctica el lugar donde “se establece la relación con lo real” 2Ibíd..

Por Claudia Lijtinstens.
Responsable Área Clínica CIEC.

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