La propuesta de trabajo de la Hemeroteca del CIEC para los próximos tres años, anuncia el desafío de construir una espacialidad que sepa leer, bordear, puntuar, la (co)ex-sistencia que la contemporaneidad nos delimita con el Otro de la época. Para ello ubicamos la “lectura” como operador de entrada a ese texto, invitando a hacerlo por los detalles, el fragmento, en singular –como enseña el psicoanálisis. Desde allí, rescatamos el neologismo “lecturoteca ”, invención en los comienzos de la Hemeroteca. Peguntamos ahora ¿Qué leen los que leen? Aguardando las respuestas, las resonancias, nos introducimos ya en una, a saber:
Una de las últimas referencias, sino la última, a la “lectura” en Jacques Lacan, la encontramos en el Seminario El momento de concluir. La referencia persiste, cual huella, en ser indicativa del inconsciente en términos de Freud. Allí Lacan dice: “Hay seguramente escritura en el inconsciente”, siendo el sueño (el lapsus, el chiste también) la demostración del estado de legibilidad que define al inconsciente, puesto que “eso se lee”. Luego, si en lo legible consiste el saber y la transferencia es –tímidamente lo dice Lacan– como siendo el sujeto; y un sujeto siempre es supuesto, entonces Lacan escribirá: “El supuesto-saber-leer-de-otro-modo”.
De allí, Jacques-Alain Miller comentando esta referencia en el Ultimísimo Lacan dirá que, interpretar consiste en leer de otro modo; siendo este “de otro modo” indicativo de la apoyatura de la lectura en el significante que falta en el Otro. Es decir leer con la falta: “Es faltar de otro modo” precisa Lacan. A su vez, la fórmula condensa la hipótesis de ex-sistencia de un lector que, “insabido” o incauto es advertido de un más allá del saber, donde la verdad sólo se la encuentra dicha a medias en virtud de una hiancia; de un agujero que el lector que lee de otro modo se abstendrá de colmar, de completar, como el lector que Macedonio quería para su novela:
“el lector que lee mi novela si primero no la sabe toda es mi lector, ese es artista, porque el que busca leyendo la solución final, busca lo que el arte no debe dar”. En su Museo de la Novela de la Eterna, despliega una serie de figuras de lector, lectores-personajes. Un inventario hilarante, digno de su humorística, entre los que se cuentan:
Lector de Vidriera, Lector de Tapa, Lector de Puerta, Lector Mínimo, Lector No-conseguido, Lector Seguido, etc. Y está aquel que “insabido”, como precisa Macedonio Fernández, “practica el entreleer”: el Lector Salteado. Es a quien le dedica su novela y quien le inspira una indicación que compartimos con ustedes, lectores del Instituto:
“leerás más como un lento venir viniendo que como una llegada”.
Por Pablo Moyano